Saturday, September 11, 2021

Imborrables Huellas - por Martha Fernandez


La ciudad de Nueva York empezaba despertar, y sus hijos al llegar listo para trabajar, nunca pudieron pensar que ese día perderían, hijos, esposos y hogar.

Era aquel, adiós final, tus despedidas tempranas, su desayuno, su cama, su celular, su automóvil, todo quedarían inmoble en aquel día fatal.

Inocentes repasaban las tareas de aquel día, sus compañeros venían entre ellos se saludaban, un cafecito apuraba entre las computadoras sin saber que en esa hora sus vidas terminarías.

Al fin el reloj marco, aquella ora fatal que llevaría huellas de la destrucción. Que le arranco de un tirón en la vida de tantos humanos dejándolos sin hermanos, padres, hijos sin ilusión.

Y la primera explosión de aquel avión terrorista, dejaba para la vista del grupo que estaba afuera, una centelleante esfera de horror, de dolor y muerte. Gritos, quejidos, llenaba aquel enorme edificio, otros con un sano juicio, a unos pocos se ayudaban, otros se comunicaban mediante sus celulares con aquellos familiares que muy lejos se encontraban.

Solo pasaron minutos ante que el segundo avión proporcionara otra explosión en el segundo edificio. El elevador no estaba funcionando en esa hora, y la asfixia abrumadora lo dejaba sin sentido, entre yerros retorcido, pretendía avanzar más déficit alcanzar la misión que ellos tenían.

Los otros despavorido corrían por las escaleras, atropellando al cual quiera que a sus pasos se encontraran.

Unos pocos que apiadados por la suerte que corrían, a otros ayudarían llevándolos en sus hombros, por las salidas que escombros muy pronto se tornaría.

Las llamas que ahí salían se podían igualar a ese lugar sin pal, al que llamamos infierno. Mientras se venía abajo el otro que fue el primero, con cascadas de humo negro, cristales, llamas, paredes, avía allí mujeres y hombres que se suicidaban. Y que al vacío saltaba en arranque de locura.

El rescate de su grupo de médicos y enfermeras, los bomberos, la sirena, la policía, la prensa.

Todos querían en recompensa ayuda prestar a todos más, aunque todos luchaban por esas vidas salvar, no podía penetrar por la intensidad de todos.

Y fue así, que de ese modo solo podían encontrar cadáveres que, al pasar, y otros que mutilados se quedaban sepultados en el siniestro lugar. Equipo pesado llega juntos a los grandes camiones, para empezar las labores de meses interminables, y con ese gesto amable de tantos trabajadores que empapados en sudores siguen buscando la meta de encontrar una respuesta a esto negros sin sabores.

Los perros también llegaban de los distintos lugares, eran bellos animales entrenados a olfatear, buscaban en los escombros las personas atrapadas, sus patitas le sangraban y quemaduras tenían, pero eso no impedirían continuar con la misión de encontrar la solución al problema que existía.

Lo demás carbonizados no dejarían ni huellas, marcharon do las estrellas por siempre han habitado. Solo recuerdos dejaron al partir así de prisa, llevándose así la riza de todos lo que quedaban.


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